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Cultura y deportes
2017-10-31
Antología coral Día de muertos
El coro Ars Iovialis de la Facultad de Ingeniería interpreta repertorio de temática fúnebre.
Por: Diana Baca
Fotografía: Jorge Estrada Ortíz
Comunicafi
Mtro. Óscar Herrera y Coro Ars Iovialis de la FI

La División de Ciencias Sociales y Humanidades, en el marco de los festejos por su 50 aniversario, presentó a los coros Ars Iovialis y Alquimistas de las Facultades de Ingeniería y de Química, respectivamente, para ofrecer un concierto con motivo del Día de Muertos el pasado 31 de octubre en el Auditorio Javier Barros Sierra.

Bajo la dirección del maestro Óscar Herrera, los coros unieron su talento para interpretar piezas que muestran la visión de diversos artistas y épocas respecto al tema de la muerte.

El concierto abrió con el primer acto de la ópera Orfeo y Eurídice del alemán Christoph Willibald Gluck, en el que Orfeo llora la muerte de su esposa, y el fragmento de Todas las personas deben morir de Johann Sebastian Bach, que transmite consuelo, resignación y la esperanza de reconocimiento del alma al momento de la muerte.

Prosiguieron con el Epitafio para Dulcinea del Toboso (la letra aparece en el Quijote de la Mancha de Cervantes) cuya música sería agregada posteriormente por Rodolfo Halffter; La muerte y la doncella, de Franz Schubert y texto de Matthias Claudius; El blanco y dulce cisne, madrigal número 4 de Jacob Arcadelt; Canto fúnebre, de Félix Mendelssohn; el Aria de Bach y las misas de difuntos Cordero de Dios y Libera me, con temática del juicio final, de Gabriel Fauré.

Además de dirigir el concierto, el maestro Herrera compartió información sobre las piezas musicales, las anécdotas que las rodean o el proceso de su creación. Así, explicó que El hijo perdido, con música de Beethoven, es la adaptación de una leyenda europea acerca de un niño enfermo que ve a una persona mientras es trasladado por su padre en medio de la noche.

Se cuenta que el réquiem Aeternam, de Mozart, —del que interpretaron el introito—-, lo encargó al austriaco un enviado misterioso con una importante suma de dinero; posteriormente la salud del músico se fue debilitando, aunque no cesó su empeño por componer la pieza, incluso en su lecho de muerte. Por ello, Mozart creyó que el extraño mensajero era la Muerte, que le había encargado su propia misa de difuntos, anticipando el fin de su vida.

La antología coral culminó con el vals Dios nunca muere, creado por Macedonio Alcalá, en agradecimiento por su recuperación de una enfermedad grave, cuya letra se atribuye a la autoría de Cipriano José Cruz.

La DCSyH entregó un reconocimiento a ambos coros por su loable participación y contribución a difundir la cultura musical en la FI, así como al maestro Herrera, por su notable dirección y entusiasmo al celebrar una fecha tan importante en México.