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Investigación y Vinculación
2023-05-11
Ingeniería y pueblos originarios
Se discutió en la FI la importancia del diálogo para todo proyecto ingenieril en comunidades originarias.
Por: Erick Hernández Morales
Fotografía: Eduardo Martínez Cuautle
Comunicafi
Rodrigo Rivera, Estefanía Fuentevilla y Rocío Cruz

El pasado 11 de mayo, se llevó a cabo en el Auditorio Raúl J. Marsal el conversatorio Ingeniería y Pueblos Originarios: ¿Un Diálogo Posible?, que organizó el programa de servicio social Ingeniería de Campo y Evaluación Integral de Infraestructura Sustentable de la División de Ingenierías Civil y Geomática de la Facultad de Ingeniería (FI) con la participación de especialistas en el tema provenientes de comunidades originarias: Rocío Cruz, geógrafa mixteca; Estefanía Fuentevilla, internacionalista binnizá (ambas de Oaxaca), y Rodrigo Rivera, educador socioambiental de Hidalgo.

La pregunta que plantea el conversatorio surge del contexto de conflictos y controversias por las repercusiones de proyectos ingenieriles en comunidades originarias de todo el mundo, como desplazamientos forzados, despojos o contaminación del agua y el medio ambiente.

Para ilustrar esta problemática en México, se expuso que al menos en 37 de sus 62 pueblos indígenas hay concesiones mineras, que figuran entre las más nocivas, así como problemas en el acceso de agua para consumo humano a pesar de estar en zonas hidrológicas con riesgo mínimo de sequía.

Ante esta compleja y difícil conciliación de los impactos negativos con los beneficios de los proyectos ingenieriles, se cuestionó a los invitados qué significa el desarrollo desde su perspectiva. Rodrigo opinó que el concepto puede pensarse de la manera tradicional que lo relaciona con el crecimiento económico y tecnológico, pero también como la posibilidad de acceder a una vida digna no dedicada exclusivamente a actividades productivas.

Estefanía coincidió en la relación del desarrollo con la calidad de vida, aunque criticó el hecho de que esta idea se construya bajo estándares de los países industrializados, justamente los que más contaminan en territorios ajenos. Por su parte, Rocío señaló que para promover el desarrollo no basta con implementar medios tecnológicos, sino que es necesario cuestionar impactos, beneficiarios y su cobertura cabal de necesidades prioritarias de las comunidades intervenidas.

La noción de territorio permeó gran parte de la conversación, pues figura en el centro de los conflictos generados por los megaproyectos. Rocío explicó que un territorio sobrepasa ampliamente la definición geográfica, ya que se trata de una realidad multidimensional que involucra aspectos físicos, sociales, culturales e históricos, así como multiescalar, que abarca de manera vertical la calidad del aire y los tipos de suelos donde se reproducen actividades agrícolas. Rodrigo agregó que la manera de habitar y relacionarse con un territorio le da diferentes significaciones, por eso para una comunidad resulta un acto de violencia perder un espacio arraigado en su memoria y en sus vínculos.

Rodrigo también enfatizó en la importancia de la educación socioambiental a la que se refirió como la profundización del conocimiento de un territorio (el cual puede ser tan amplio como todo el país o el planeta mismo) para comprenderlo más cabalmente y, así, tomar mejores decisiones. En términos prácticos, para la ingeniería implicaría ver los proyectos desde una perspectiva más compleja que abarque sus implicaciones sociales y ambientales. Actualmente predomina el criterio de reducir costos económicos sin considerar con el mismo peso los socioambientales.

A la pregunta ¿cuáles son las consecuencias de no entablar un diálogo con las comunidades?, Estefanía respondió desde su pertenencia a una región que ha sido asediada por la imposición de muchos megaproyectos, principalmente parques eólicos: la mayor repercusión es la descomposición del tejido social por la injerencia de agentes externos que dividen a las comunidades.

Detalló que en Oaxaca se concentran 28 de los 54 parques eólicos del país, cuya energía se destina al autoabastecimiento de algunas empresas sin beneficiar a las comunidades locales que requieren estos servicios. Por ello, enfatizó que el diálogo es una condición indispensable para alcanzar acuerdos en función de los intereses comunitarios y no individuales.

A manera de conclusión, Rocío aclaró que no existe una receta infalible para realizar ese tipo de diálogos que favorezcan la gestión comunitaria, pero sí recomendaciones: los diálogos deben ser horizontales, pues los expertos en el territorio son quienes viven en él, se debe involucrar equipos multidisciplinarios para encontrar soluciones más globales y conocer metodologías de diagnósticos comunitarios para saber qué quieren y necesitan las comunidades y cuáles son sus prioridades.