El pasado 17 de octubre, la División de Ciencias Sociales y Humanidades (DCSyH) de la Facultad de Ingeniería presentó un majestuoso concierto que reunió, en el auditorio Javier Barros Sierra, a destacados intérpretes: la mezzosoprano Evangelina Rodríguez, el contratenor Antonio Castro y el pianista Fabián Espinosa Jiménez, moderados por su profesora, la maestra Alicia Torres Garza —coordinadora de la Academia de Canto del Conservatorio Nacional de Música en México—, quien tiene una reconocida trayectoria de 60 años como soprano y docente en el ámbito musical mexicano. La maestra inició afirmando que las voces de mezzosoprano y contratenor son consideradas "hermanas" debido a sus similitudes en rango y timbre, a pesar de pertenecer a diferentes categorías vocales.
La maestra Torres explicó que la voz mezzosoprano generalmente abarca de A3 a A5 (La3 - La5), mientras que el contratenor puede cubrir desde G3 hasta D5 (Sol3 - Re5) utilizando el falsete para alcanzar notas altas. Ambas voces, al compartir un timbre cálido y resonante, interpretan roles y repertorios que requieren una calidad vocal rica y expresiva, como la música barroca y renacentista escrita para contratenores, que también puede ser interpretada por mezzosopranos. Esta flexibilidad y similitud en sus capacidades vocales crea una conexión, dado que ambos deben dominar técnicas específicas para mantener la calidad y el control de su voz en los registros altos, lo que refuerza su relación como voces hermanas.
El concierto ofreció un recorrido por diferentes estilos y épocas, desde el barroco hasta la música tradicional mexicana, con piezas seleccionadas cuidadosamente para mostrar la versatilidad vocal de los intérpretes. Evangelina Rodríguez abrió con la emotiva aria Sposa son disprezzata (ópera Bajazet de Antonio Vivaldi) transmitiendo el sufrimiento de una esposa despreciada, así como la pasión y el dolor de la obra; su habilidad vocal y control en las notas más delicadas permitieron a la audiencia conectar con la intensidad y dramatismo de la música de Vivaldi. Después, presentó Vaga luna che inargenti —pieza romántica de Vincenzo Bellini—, en la que exhibió una gran expresividad, delicadeza y una modulación llena de matices que hicieron que la melodía fluyera como un susurro bajo la luz de la luna. Continuó con É amore un ladroncello de Mozart y Il vecchiotto cerca moglie de Rossini, en las que mostró su capacidad para pasar del lirismo más puro al humor ligero de las óperas bufas, cerrando su actuación de forma conmovedora y entretenida.
Por su parte, Antonio Castro interpretó Delizie contente (ópera Giasone de Francesco Cavalli), donde su voz, perfectamente adaptada a las exigencias del barroco, capturó la fragilidad y el lamento del personaje. Con sutileza, navegó las complejidades melódicas, demostrando su dominio del repertorio antiguo y su capacidad para transmitir emociones profundas con su registro único. A continuación, presentó Sei Stille dem Herrn de Felix Mendelssohn, mostrando su versatilidad al moverse de una ópera barroca a una pieza sacra, capturando la solemnidad y espiritualidad de la obra. En la segunda parte, continuó con Segreto de Francesco Paolo Tosti, una canción de salón impregnada de melancolía, que le permitió llevar al público a un estado de introspección con cada frase musical; y con Che farò senza Euridice (ópera Orfeo y Euridice de Gluck), una de las arias más desgarradoras del repertorio clásico, en la que transmitió de manera conmovedora la desesperación y tristeza de Orfeo al perder a su amada Euridice.
Los intérpretes unieron sus voces en el dúo Pur ti miro, pur ti godo (ópera L’incoronazione di Poppea de Claudio Monteverdi), una oda al amor entre Nerón y Popea que fue interpretada con una química palpable. El registro más grave de Evangelina y el agudo y limpio de Antonio permitieron al público sentir la tensión emocional y el amor apasionado de la obra. En otro tono, interpretaron ligera y divertidamente el Duetto buffo di due Gatti de Gioachino Rossini, una pieza cómica que imita los maullidos de dos gatos, logrando arrancar sonrisas de la audiencia gracias a su dominio técnico y dejando una sensación de frescura y disfrute entre los asistentes. Esta noche llena de emociones musicales cerró con La Borrachita de Ignacio Fernández Esperón y, como encore, con el Duetto buffo di due Gatti.
En entrevista, el también académico de la Facultad, Antonio Castro, agradeció a la Facultad de Ingeniería por el espacio brindado: "Desde hace 10 años que llevo trabajando aquí, por todo el apoyo que me da la División para mis locuras, lo que puedo decir es muchísimas gracias". Sobre el concierto, comentó que invitó a sus estudiantes de las asignaturas Redacción y Exposición de Temas de Ingeniería y Literatura Hispanoamericana Contemporánea para que comprendieran la importancia de estar en un escenario y hablar ante la audiencia. "Me siento muy emocionado porque siempre les pido que se presenten, que hablen frente al público, que no tengan miedo y que muestren lo que saben hacer y lo que son. En Literatura, donde deben presentar obras de teatro, me dicen que les causa mucho miedo, e incluso pánico escénico, entonces quise mostrarles que no pasa nada. Hay que hacer lo que uno quiere y luchar por ello".