El sábado 20 de febrero el Coral Ars Iovalis de la Facultad de Ingeniería sumó otro momento inolvidable a sus 25 años de historia: acompañó a la Orquesta Estanislao Mejía para interpretar la Sinfonía número 9 de Ludwig van Beethoven, en un concierto dirigido por Sergio Cárdenas, uno de los mejores directores del país, en el Palacio de Bellas Artes.

Con la intención de que los jóvenes de la FI tuvieran una mejor comprensión sobre esa obra maestra, el maestro Oscar Herrera, director del Coro, dio dos pláticas de apreciación musical el día 17 en los auditorios Sotero Prieto y Javier Barros Sierra.

El cuarto movimiento de la obra, mejor conocido como el Himno a la Alegría, es una de las piezas musicales más famosas e interpretadas en el mundo; existe una infinidad de versiones en todos los géneros y en nuestro país muchas generaciones aprendieron a tocar la flauta con este himno desde la secundaria.

No obstante la familiaridad con la obra, el maestro Herrera considera que es muy incomprendida, por ello comenzó por describir la clase de genio que fue Beethoven: "un rebelde ávido de romper las reglas". Sus búsquedas musicales nunca se apegaron a los lineamientos del clasicismo, que era el estilo entonces vigente cuyos exponentes más representativos son Mozart y Haydn.

Ludwig, a pesar de las fuertes críticas que enfrentó por romper con los gustos estéticos que se consideraban aceptables, se situó en el romanticismo caracterizado por la fantasía y la pasión desbordada.

Ese carácter hizo que en el genio de la música naciera una admiración por otro gran rebelde: Napoleón Bonaparte. Ese sentimiento se convirtió en decepción cuando el que hubiera sido un héroe revolucionario se autoproclamó emperador y pretendió conquistar Europa y todo el mundo.

El imperio de Napoleón se caracterizó por una fuerte represión ante la crítica. Friedrich von Schiller con su poema An die Freude, astutamente disfrazó su malestar con un intercambio de palabras: Freude (alegría) por Freiheit (libertad).

A Beethoven le encantó ese poema, pues entendió que se trataba de un canto de rebeldía, y decidió musicalizarlo. Al incluirlo en su Sinfonía número 9, el compositor volvió a dar muestra de su voluntad de romper esquemas:, por primera vez se incluyeron voces en un género del clasicismo que siempre había sido puramente instrumental.

El mensaje de libertad sigue totalmente vigente y seguirá mientras en el mundo haya gente que no sea libre. Esa trascendencia a su tiempo es lo que diferencia una obra maestra de una canción de radio con vida efímera, concluyó el maestro Herrera.