Facebook
Gaceta digital FI Ingenieria en Marcha
Comunicafi TVIngenieria comunicafi_unam
Cultura y deportes
2015-06-09
Rememora la UNAM a Eduardo Galeano
Destacados intelectuales mexicanos homenajearon al escritor uruguayo en el Centro Cultural Universitario.
Por: Kévin Sévilla y Erick Hérnándéz
Fotografía: Internet
Comunicafi
Eduardo Galeano

A poco más de dos meses del fallecimiento del escritor Eduardo Galeano (1940- 2015), la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, en conjunto con Siglo XXI Editores, organizó el pasado 9 de junio un homenaje al pensador latinoamericano en las salas Miguel Covarrubias y Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario. Elena Poniatowska, Marta Lamas, Alfredo López Austin, Gilberto Prado Galán y Jaime Labastida recordaron la trayectoria y trascendencia del uruguayo en la literatura y en Latinoamérica.

Poniatowska calificó la obra de Galeano como una declaración de amor a América Latina. No por nada, "aquí en México, cuando entraba a Bellas Artes, el público se le echaba encima, ¿por qué? Seguramente los mexicanos sentían que él encarnaba la palabra, que él, más que nadie, se responsabilizaba de lo que decía, él no quería que muriera la palabra, antes que cualquier otro, era un dador de la palabra".

En el evento, se presentó el libro póstumo Mujeres, una antología de obras inéditas que refleja la intensidad y talento de personajes femeninos de la historia, la ciencia y el arte, como Juana de Arco, Rosa Luxemburgo, Rigoberta Menchú, Marie Curie, Frida Kahlo y Marilyn Monroe. El escritor dejó otro libro inédito, Cazador de historias, que publicará Siglo XXI Editores en julio de este mismo año.

La obra de este autor fue muy versátil, abarcó gran diversidad de géneros y temas. Algunos de sus títulos son: El futbol a sol y sombra, El libro de los abrazos, Espejos, La canción de nosotros, Las venas abiertas de América Latina, Patas arriba y Memoria del fuego.

Una voz hecha de voces.

Un homenaje digno de este escritor no podría ser solamente una celebración a su obra o a su voz, tendría que llamarse "Celebración de la voz humana", tal como él titulaba varias de sus piezas, porque la voz de Galeano es una voz hecha de voces, lo cual permite que su arte se compare a la de uno de sus personajes:

"Esa mujer de Oslo viste una falda inmensa, toda llena de bolsillos. De los bolsillos va sacando papelitos, uno por uno, y en cada papelito hay una buena historia para contar, una historia de fundación y fundamento, y en cada historia hay gente que quiere volver a vivir por arte de brujería. Y así ella va resucitando a los olvidados y a los muertos; y de las profundidades de esa falda van brotando los andares y los amares del bicho humano, que viviendo, que diciendo va" (El libro de los abrazos).

Los textos de Galeano son tan libres que no aceptan ser encerrados en las definiciones de poesía, cuento, ensayo o crónica. En ellos se encuentran experiencias vividas por gente que hace oír su voz y sentir su presencia a través de la voz del autor.

Sus libros de relatos se parecen a un mundo porque en cada hoja está vivo un pedazo de él. Si hubiera que mencionar una enseñanza de su lectura, sería que nada nos es ajeno, que lo que aprende un barcelonés, lo que sufre un iraquí, lo que pasa en las pampas americanas o en los desiertos de Asia es parte del mismo mundo habitado por lo seres humanos.

No cabe duda que Galeano fue todo un baluarte de lo latinoamericano, por ejemplo, su famoso libro Las venas abiertas de América Latina deja en el lector una sensación de huella profunda e intensa: es como recordar un viaje, porque recorrer sus páginas es parecido a adentrarse en los caminos de nuestro continente, el lector se reconoce como parte de esa tierra. Así, la historia contada no es un montón de información sobre acontecimientos pasados, es una historia familiar porque la vivió gente relacionada con nosotros y nosotros la continuamos.

Es por eso que en El Libro de los abrazos, Eduardo Galeano resalta la importancia del término "recordar" desde su etimología misma: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón. No hay mejor manera rememorar el pasado de América que con el corazón. Es así como los paisajes, colores, sonidos, sabores y, sobre todo, personas que pueblan sus páginas se presentan con tanta viveza que cuesta creer que estaban hechos de letras.